miércoles, 8 de julio de 2009

colegialas borrachas

Al rato dijimos, ¡vamos a casa! Y salimos los tres al estacionamiento de la disco, caminando yo en el medio abrazando a las dos, mi esposa tomándome se mantenía en pie con la otra mano, le agarraba las nalgas a Liliana. Llegamos al estacionamiento, y subimos a mi mujer a la parte de atrás del vehículo. Y nos sentamos los dos adelante, yo conduciendo, nos sentamos y por instinto nos acercamos a besarnos, era riquísimo sentir sus labios, ya no era juego éramos los dos, se echó en el respaldo del asiento mientras yo acariciaba sus senos, detrás mi mujer durmiendo.

Salimos de la cochera, el camino a casa era de cerca de 35 minutos, ella se inclinó, bajó mi zipper, sacó mi verga y empezó una larga mamada de media hora, ella procuraba que no me viniera, calculaba mi excitación, pasaba por las calles, algunos se percataban, solo soltaban bocinazos. Yo en el cielo. De momento, ¡Carlos! Escuché mi nombre, era mi mujer que en sueños me llamaba, por un segundo ella se detuvo en seco, pero al yo empujarla con la mano seguí disfrutando, con mi mano derecha le había levantado la mini y mi dedo taladraba su ano que estaba lubricado con sus propios jugos.

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