El ensartó su pene en mí rápidamente, y de manera inmediata comenzamos a movernos en sincronía. El seguía dándole masaje a mi clítoris, por lo que resultó sumamente placentero el coito.
Me tomó por las nalgas y salvajemente me hizo suya metiendo y sacando su miembro repetidamente, yo sentía sus embestidas como golpes placenteros en la vulva, y acariciaba su cuello, mientras él seguía lamiendo mis aureolas y mordía mis pezones. Comencé a sumergirme en un espasmo de placer cuando llegó por fin el orgasmo. Mis caderas se movieron descontroladamente buscando fusionarse con su miembro que parecía incansable.
-¡Ayyyyy!- dije, conteniendo un grito de placer.
Roberto sacó su miembro de mi vagina y lo dirigió hacia mi boca. Lo pude ver entonces. Era grueso y su cabeza era enorme, me llamaron la atención sus grandes bolas que colgaban, impresionantemente bellas.
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