No le respondí, por lo que dio la vuelta y subió por las escaleras.
El fin de semana transcurrió con normalidad, pues salimos hacia Cuernavaca a recoger algunas cosas a la casa de allá, y para encontrarnos con algunos candidatos a la renta de la casa de allá. Así pues, llegó el lunes, cuando se repitió la rutina. En esta ocasión quise imponerme. Estaba haciendo calor, así que me puse una blusa sin mangas, una falda corta, y mis sandalias. Con aplomo, bajé las escaleras y me disponía a salir cuando escuché a mi cuñado.
-¿Tú crees que no hablo en serio verdad, pendeja? -¿Qué te pasa? Le reclamé -Te dije que no te vistieras como puta. ¡Ahora te aguantas! Me dijo, alterado.
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