Mis brazos rodeaban su cuerpo y se posaron en su espalda, al principio para tratar de quitar su cuerpo, y poco a poco fueron acomodándose para explorar su piel. Me sentía frágil e indefensa, imposibilitada para hacer nada, más que aceptar sus caricias.
Mi respiración comenzó a entrecortarse. Me gustaba cómo se comía mis pechos, y la manera en que me estaba castigando con sus dedos me estaba enloqueciendo. Sacó sus dedos y mis caderas buscaban encontrarlos. Sentía lubricada mi vagina, mis piernas estaban ardiendo.
-Ya, Roberto dije suplicando ¡entra!… ¡entra por favor!- . Sentí entonces cómo él sacaba su miembro que ya estaba preparado para responder a mi solicitud. Percibí su glande húmedo tocar mi vulva y sin esperar abrí mis piernas lo más que pude.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario